La línea quedó en silencio.
En una llamada telefónica desde el Despacho Oval, el presidente Donald Trump acababa de darles una noticia desagradable a tres de los ejecutivos más poderosos de la industria automotriz en Estados Unidos: Mary Barra de General Motors, John Elkann de Stellantis y Jim Farley de Ford.
Todo el mundo tiene que prepararse, dijo Trump en la llamada, que sucedió a principios de marzo. Los aranceles entrarán en vigor el 2 de abril. Es hora de que todos se alineen.
Los jefes del sector automotriz, al igual que los líderes de otras industrias, habían estado diciendo que los aranceles del 25 por ciento impuestos por Trump a los automóviles procedentes de Canadá y México causarían estragos en sus cadenas de suministro y abrirían un agujero en su industria. Cuando Trump accedió a concederles una prórroga de un mes, hasta el 2 de abril, obtuvieron una especie de concesión.
Pero en este momento los jefes de los tres grandes fabricantes de automóviles parecieron darse cuenta de que no tenía sentido luchar por más. Ya habían logrado todo lo que iban a conseguir.
Para las empresas estadounidenses, incluyendo a algunos de sus principales donantes, la sorpresa del segundo mandato de Trump es que resulta que realmente cree lo que ha estado diciendo públicamente durante 40 años: los países extranjeros están estafando a Estados Unidos, y los aranceles son un remedio milagroso para los problemas del país. Cuando dice que “arancel” es la palabra más hermosa del diccionario, lo dice en serio.
Para Trump, los aranceles no solo son una herramienta de negociación. Él cree que harán que Estados Unidos sea rico de nuevo. Además, combinan dos de sus aspectos favoritos de la presidencia: son un poder unilateral que puede activar o desactivar a su antojo, y generan una economía de súplica, obligando a gente poderosa a presentarse ante él para rogar por clemencia.
Este artículo está basado en entrevistas con más de una decena de funcionarios del gobierno de Trump y otras personas familiarizadas con la dinámica de la Casa Blanca en torno a los aranceles. Estas personas pidieron el anonimato para poder hablar de conversaciones y deliberaciones privadas.
En la comunidad empresarial —un grupo que gasta una fortuna en consultores para poder interpretar a Trump, y donde el cliché de que hay que tomárselo “en serio, pero no literalmente” es escuchado con frecuencia— muchos se habían aferrado a la opinión de que él veía los aranceles solo como una herramienta de presión. No es que a Trump le encantaran los aranceles, se decían, sino que le encantaba lo que la amenaza de imponerlos podía conseguir en una negociación.
A lo largo de los años, se había aceptado la idea de que el mercado bursátil era la brújula y la barrera de Trump, y que cualquier caída de los mercados limitaría el alcance de sus aranceles, que hace siete años se aplicaban de una manera más quirúrgica.
Pero, hasta este momento, Trump no se ha dejado intimidar ni por el desplome del mercado ni por algunos titulares que en el pasado lo habrían obligado a dar marcha atrás. El promedio industrial Dow Jones ha perdido más de 600 puntos desde que comenzaron los nuevos aranceles. El S&P 500 entró en una corrección, lo que significa que ha caído más de un 10 por ciento desde su máximo.
Durante su primer mandato, Trump tuvo menos tolerancia con los problemas económicos causados por un programa de aranceles mucho más limitado. En ese momento impuso aranceles a productos por valor de más de 300.000 millones de dólares; ahora, en menos de dos meses, ha impuesto aranceles a productos por valor de aproximadamente 1 billón de dólares.
Algunas encuestas recientes muestran que un número creciente de estadounidenses desaprueban la gestión económica de Trump, pero sus asesores insisten en que se debe más a la persistencia de los precios altos que a los aranceles.
Uno de los asesores de Trump, que habló bajo condición de anonimato para poder describir conversaciones privadas, dijo que la presidencia de Biden demostró a Trump que el mercado de valores no es un barómetro infalible del futuro de la economía, ni un indicador útil del sentimiento de los votantes. Si lo fuera, Biden, quien presidió un mercado bursátil en auge, seguramente sería el presidente, dijo el asesor, explicando el razonamiento de Trump.
Los asesores dicen que Trump sabe que los líderes extranjeros están atentos para ver si cumple sus amenazas, en busca de signos de debilidad. Han dicho que cree que dar marcha atrás en sus aranceles afectaría permanentemente su imagen de hombre fuerte.
A veces ha concedido una especie de absolución, como cuando eximió de aranceles a los productos de Canadá y México que cumplían su acuerdo comercial norteamericano. Sin embargo, en repetidas ocasiones ha dicho que se avecinan más y mayores aranceles.
Los líderes empresariales ahora están reevaluando rápidamente las suposiciones optimistas que habían guiado su pensamiento desde el día de las elecciones.
Bill Reinsch, asesor principal del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales y antiguo funcionario del Departamento de Comercio, dijo que Trump había sido explícito sobre sus intenciones durante la campaña, y que esta vez sus propuestas arancelarias han sido mucho más profundas y amplias que en su primer mandato.
“Creo que fue claro”, dijo. “No creo que la gente haya prestado mucha atención”.
La interpretación errónea de la gente es comprensible.
En el periodo previo a las elecciones de 2024, los nuevos asesores económicos de Trump enviaron señales reconfortantes a Wall Street. Sus declaraciones públicas sugerían que la política comercial del segundo mandato de Trump sería muy parecida a la del primero. En septiembre, Howard Lutnick, ahora secretario de Comercio, describió los aranceles como una “moneda de cambio” que, en última instancia, conduciría a mercados más libres. Y Scott Bessent, quien se convirtió en secretario del Tesoro de Trump, escribió en una carta a sus clientes el año pasado que “la pistola de los aranceles siempre estará cargada y sobre la mesa, pero rara vez será disparada”.
Aún es posible que Trump cambie algunos de sus aranceles, pero si está contemplando un cambio de postura, sería una novedad para sus asesores más cercanos. En repetidas oportunidades ha dicho que planea imponer aranceles mucho más amplios el 2 de abril, y sus asesores han dicho a funcionarios y altos ejecutivos extranjeros que no se dejará disuadir. Sus comentarios a los secretarios de su gabinete y a sus colaboradores en las reuniones del Despacho Oval coinciden con su retórica pública, según dos personas con conocimiento directo, que hablaron bajo condición de anonimato para describir conversaciones privadas.
Trump redacta o dicta personalmente las publicaciones que hace en su red social Truth Social para amenazar con aranceles cada vez más elevados a medida que China, Canadá y la Unión Europea toman represalias contra sus provocaciones. Incluso antiguos colaboradores que piensan que su enfoque maximalista está equivocado afirman que tiene razón cuando dice que China y Europa han tratado injustamente a Estados Unidos en materia de comercio.
Él siente que hasta ahora la presión ha funcionado, dicen sus colaboradores, citando la voluntad de México de frenar el flujo de inmigrantes indocumentados y de fentanilo hacia Estados Unidos. Incluso después de que México presentara esas medidas, Trump continuó adelante con los aranceles del 25 por ciento antes de suspender su aplicación en varios artículos.
Una de las mayores diferencias entre el primer mandato y el actual es que Trump confía mucho más en sus instintos, y ha conformado su equipo con personas que los respaldan. Rara vez escucha opiniones disidentes fuertes sobre sus políticas económicas.
En su primer mandato, Trump recibió una intensa oposición a los aranceles por parte de quienes decían que estos aumentarían los costos para los consumidores y las empresas y ralentizarían la economía. En su equipo había personas a las que Trump se referiría burlonamente como “globalistas”, como Steven Mnuchin, entonces secretario del Tesoro, y el asesor económico Gary Cohn, quien trabajó con otros para frenar los aranceles tomando papeles del escritorio del presidente, y le mostró gráficos y mapas para ilustrar los beneficios del comercio. Otros asesores, como Larry Kudlow, tuvieron una postura menos desafiante, pero aun así dudaban de una política comercial proteccionista.
Peter Navarro, asesor comercial de línea dura de Trump, solía tener enfrentamientos a gritos en el Despacho Oval contra los llamados globalistas. Ahora, de vuelta para un segundo periodo, las disputas de Navarro con otros asesores son más matizadas.
Bessent fue ejecutivo de un fondo de cobertura, y Lutnick fue director ejecutivo de la empresa de Wall Street Cantor Fitzgerald. Pero ambos han apoyado públicamente los aranceles antes de que se les concedieran sus puestos. Y sea lo que sea lo que piensen de los aranceles en privado, nadie está sentado frente al escritorio de Trump discutiendo enérgicamente contra sus ideas económicas. Los argumentos de su equipo actual giran en torno a los mensajes públicos sobre los aranceles, así como a las exenciones y a la escala y el momento de su aplicación, pero nadie cuestiona la idea de utilizarlos de alguna forma.
Trump tampoco está escuchando una fuerte oposición desde el Capitolio. Los legisladores republicanos o son conversos al proteccionismo o los intimida hablar en contra. La junta editorial de The Wall Street Journal es la rara institución de derecha que sigue desafiando sistemáticamente su enfoque comercial.
Lutnick, quien también supervisa la oficina de comercio de Estados Unidos, recibe muchas llamadas de empresarios descontentos, junto con la jefa de gabinete de la Casa Blanca, Susie Wiles, y la secretaria de Agricultura, Brooke Rollins.
La noche del 13 de marzo, Lutnick, Bessent, Kevin Hassett, que es el director del Consejo Económico Nacional, y algunas otras personas se reunieron en el Observatorio Naval con el vicepresidente JD Vance para hablar de la necesidad de un mensaje público coherente sobre la economía, en medio de las quejas de los aliados sobre la inconsistencia, según cuatro personas informadas de la reunión.
Funcionarios de la Casa Blanca declinaron hacer comentarios sobre la reunión.
Sin embargo, en una declaración facilitada por la Casa Blanca, Navarro dijo que los asesores de Trump seguían su liderazgo, caracterizándolos como “un grupo diverso con habilidades complementarias y un alto nivel de confianza, con nombres como Bessent, Greer, Hassett y Lutnick que debaten a puerta cerrada y salen como ‘una banda, un sonido’”.
Se han concedido pocas excepciones. Rollins escuchó a agricultores que querían una exención para la potasa, un importante ingrediente para los fertilizantes. Al final, Trump aceptó un arancel reducido del 10 por ciento, pero se mostró descontento por la medida, según una persona con conocimiento del asunto. En un comunicado, Rollins dijo que la “reducción de los aranceles sobre la potasa por parte del presidente es un paso fundamental para ayudar a los agricultores a gestionar y asegurar los costos de insumos clave en plena temporada de siembra, al tiempo que se refuerzan las relaciones comerciales agrícolas a largo plazo”.
Pero, en muchos otros casos, Trump ha parecido mucho menos dispuesto a ofrecer exenciones significativas a la industria en comparación con su primer mandato.
Aunque algunos ejecutivos han intentado oponerse durante las conversaciones con la Casa Blanca, muy pocos han dicho algo públicamente; aquellos que lo hicieron se ganaron la ira del gobierno de Trump. Los que han hablado en privado, en general, han intercalado cualquier crítica a Trump entre abundantes elogios.
Algunas empresas se han sentido “intimidadas” a la hora de oponerse a los aranceles, temerosas de que las pongan en la mira, dijo Reinsch. “Nadie quiere hacerlo público”, dijo, “porque les preocupan las consecuencias”.
Pero esas empresas siguen contando con las políticas que las favorecen, como los recortes fiscales y la desregulación.
Jonathan Swan es un reportero de la Casa Blanca que cubre el gobierno de Donald Trump. Más de Jonathan Swan
Maggie Haberman es corresponsal de la Casa Blanca e informa sobre el segundo mandato no consecutivo de Donald Trump. Más de Maggie Haberman
Ana Swanson es periodista de comercio y economía internacional del Times desde Washington. Es periodista desde hace más de una década. Más de Ana Swanson