Desde que el presidente Donald Trump regresó a la presidencia y empezó a intentar cumplir su promesa de terminar con la guerra en Ucrania en cuestión de días, gracias a su relación con el presidente de Rusia, Vladimir Putin, he tenido la inquietud de que algo se había perdido en la traducción en el bromance entre Vlad y Don.
Cuando el intérprete al inglés le dice a Trump que Putin asegura que está dispuesto a hacer cualquier cosa por la “paz” en Ucrania, estoy bastante seguro de que lo que Putin dijo en realidad fue que está dispuesto a hacer cualquier cosa por una “pieza” de Ucrania. (Paz, o peace, y pieza, piece, se pronuncian igual en inglés).
Ya sabemos cómo son las palabras homófonas: pueden meterte en un problema si no escuchas con atención. O si solo escuchas lo que quieres oír.
El Times reportó que en la llamada telefónica de dos horas y media entre Putin y Trump del martes, el presidente ruso accedió a detener los ataques contra la infraestructura energética ucraniana, según el Kremlin, pero Putin dejó claro que no aceptaría el alto al fuego general de 30 días que Estados Unidos y Ucrania acordaron y le propusieron a Rusia.
El Kremlin también anunció que la “condición clave” de Putin para poner fin al conflicto era el “cese total” de la ayuda militar y de inteligencia extranjera a Kiev, es decir, despojar a Ucrania de toda capacidad de resistirse a una toma de poder total de Rusia sobre Ucrania. Una prueba más, por si alguien la necesitaba, de que Putin no busca la paz con Ucrania, como Trump creía torpemente; lo que busca es adueñarse de Ucrania.
Dicho todo esto, me van a perdonar, pero no me fío ni de una sola palabra de lo que digan Trump y Putin sobre sus conversaciones privadas en torno a Ucrania, incluidas las palabras “y” y “la”, como dijo de manera célebre la escritora Mary McCarthy sobre la veracidad de su rival Lillian Hellman. Porque desde el principio algo no ha olido bien en toda esta negociación sobre Ucrania entre Trump y Putin.
Tengo demasiadas preguntas sin respuesta. Permítanme enlistarlas.
Para empezar, Henry Kissinger, secretario de Estado estadounidense, necesitó más de un mes de intensa diplomacia itinerante para lograr los acuerdos de retirada entre Israel y Egipto e Israel y Siria que pusieron fin a la guerra de 1973, y todas esas partes querían un acuerdo. ¿Me estás diciendo que dos reuniones entre el amigo de Trump, Steve Witkoff, y Putin en Moscú y un par de llamadas telefónicas entre Putin y Trump son suficientes para finalizar la invasión rusa a Ucrania en condiciones razonables para Kiev?
Trump no podría vender un hotel tan rápido, a menos que lo estuviera regalando.
Espera, espera, a menos que sí lo estuviera regalando…
Espero que no sea eso lo que estamos viendo aquí. Mensaje al presidente Trump y al vicepresidente JD Vance: si le entregan Ucrania a Putin, llevarán para siempre una marca de Caín en la frente como traidores a un valor central que ha impulsado la política exterior estadounidense durante 250 años: la defensa de la libertad frente a la tiranía.
Nuestra nación nunca ha vendido tan descaradamente a un país que lucha por ser libre, al que nosotros y nuestros aliados habíamos estado apoyando durante tres años. Si Trump y Vance hacen eso, nunca se les borrará la marca de Caín. Pasarán a la historia como “Neville Trump” y “Benedict Vance”. Igual que el secretario de Estado, Marco Rubio, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, y el asesor de seguridad nacional, Michael Waltz.
¿Por qué me siento escéptico? Porque Trump sigue diciendo que lo único que quiere es acabar con “la matanza” en Ucrania. Estoy de acuerdo con eso. Pero la manera más sencilla y rápida de terminar con las muertes sería que el bando que las inició, el bando cuyo ejército invadió Ucrania por razones totalmente fabricadas, se fuera de Ucrania. Presto, se acabó la matanza.
Putin solo necesita la ayuda de Trump si quiere algo más que poner fin a la matanza. Entiendo que Ucrania tendrá que cederle algo a Putin. La cuestión es cuánto. También entiendo que la única manera de que Putin consiga la tajada extragrande que desea y las restricciones de posguerra que quiere imponerle a Ucrania —sin más combates— es reclutando a Trump para que se las consiga.
Sin embargo, ¿por qué tengo más sospechas? Porque Trump ha dejado al margen a todos nuestros aliados europeos cuando negocia con Putin. Perdona, pero nuestros aliados europeos han aportado miles de millones de dólares en material militar, ayuda económica y asistencia a los refugiados a Ucrania —más en conjunto que Estados Unidos, algo sobre lo que Trump miente— y han dejado claro que ahora están dispuestos a hacer aún más para impedir que Putin invada Ucrania y vaya por ellos después.
Así que, ¿por qué Trump iba a entablar negociaciones con Putin sin incluir nuestra mayor ventaja: nuestros aliados? ¿Y por qué pausaría visiblemente la ayuda militar y de inteligencia estadounidense a Ucrania y luego la volvería a activar, después de llamar vergonzosamente “dictador” al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski?
Lo siento, eso tampoco me huele bien. Lo que hizo a Kissinger y al secretario de Estado James Baker negociadores especialmente eficaces es que sabían cómo aprovechar a nuestros aliados para amplificar el poder de Estados Unidos. Trump , de manera insensata, le quita la mano a nuestros aliados, mientras le tiende la mano abierta a Putin. Así es como se renuncia a una ventaja.
Aprovechar a los aliados —lo más valioso que tenemos y que Putin no tiene— “es de lo que trata el arte de gobernar con inteligencia”, me dijo Dennis Ross, asesor con mucha experiencia en el trabajo de los presidentes estadounidenses en Medio Oriente.
“La clave del buen arte de gobernar es saber cómo utilizar la ventaja de la que dispones, cómo combinar tus medios con tus objetivos”. Lo irónico es que Trump cree en las ventajas, pero no ha utilizado todos los medios de los que dispone” en Ucrania, dijo Ross, autor del oportuno y recién publicado libro Statecraft 2.0: What America Needs to Lead in a Multipolar World.
Lo que también me huele mal es que Trump parece no tener ni idea de por qué Putin es tan amable con él. Como me dijo hace poco un analista ruso de política exterior en Moscú: “Trump no entiende que Putin no hace más que manipularlo para lograr su principal objetivo: mermar la posición internacional de Estados Unidos, destruir su red de seguridad de alianzas —sobre todo en Europa— y desestabilizar internamente a Estados Unidos, haciendo que el mundo sea seguro para Putin y Xi”.
Trump se niega a comprender, añade este analista, que tanto Putin como el presidente de China, Xi Jinping, quieren ver a Estados Unidos encerrado en el hemisferio occidental, en lugar de meterse con ninguno de ellos en Europa o la región de Asia-Pacífico, y ven a Trump como su peón para conseguirlo.
Por último, y resumiendo todo lo anterior, me parece que Trump nunca ha dejado claro cuáles son las concesiones, sacrificios y garantías que le exige a Rusia para obtener un acuerdo de paz en Ucrania. ¿Y quién entra en una negociación sin una base muy clara e inquebrantable sobre los principales intereses estadounidenses?
Hay formas sostenibles de acabar una guerra y mantenerla así, y hay modos insostenibles. Todo depende de esa base, y si nuestra base difiere fundamentalmente de la de Ucrania y nuestros aliados, no creo que se vayan a dejar llevar por el bromance entre Trump y Putin.
Putin quiere una Ucrania con un gobierno básicamente igual al de Bielorrusia, su vecino vasallo, no una Ucrania independiente como la vecina Polonia: una democracia de libre mercado anclada en la Unión Europea.
¿Qué tipo de Ucrania quiere Trump? ¿La versión bielorrusa o la versión polaca?
No tengo la menor duda de cuál de las dos es la que le conviene a Ucrania, a Estados Unidos y a nuestros aliados europeos. Lo que me corroe es que no sé qué cree Donald Trump que le conviene personalmente, y eso es lo único que importa ahora en el Washington de Trump.
Hasta que no quede claro que el interés de Trump es lo que debería ser el interés de Estados Unidos —ninguna entrega formal del territorio ucraniano a Putin, sino simplemente un alto al fuego; ningún ingreso de Ucrania en la OTAN, sino en la Unión Europea; y una fuerza internacional de mantenimiento de la paz en el territorio, respaldada por la inteligencia y el apoyo material de Estados Unidos—, consideren con mucho escepticismo todo lo que digan Trump y Putin sobre Ucrania, incluidos “y” y “la”.
Thomas L. Friedman es columnista de Opinión sobre relaciones exteriores. Se incorporó al periódico en 1981 y ha ganado tres premios Pulitzer. Es autor de siete libros, entre ellos From Beirut to Jerusalem, que ganó el National Book Award. @tomfriedman – Facebook